lunes, 26 de marzo de 2012

ANTONIO TABUCCHI, ENAMORADO DEL AIRE


¿Y si jugáramos al “juego del si”? quise proponerle a Antonio Tabucchi tras recibir la noticia de su muerte. Hablaba en mi pensamiento el recuerdo de la infancia que le asalta a un personaje de El tiempo envejece deprisa, libro de Tabucchi.

(El recuerdo le llegó como una voz desde la mesa de al lado, como si su tío estuviera escondido allí, detrás del seto que delimitaba la terraza del café.)

Su tío había ideado “el juego del si” porque sienta bien a la imaginación, sobre todo en determinados días de lluvia o si llueve y uno se ve forzado a permanecer encerrado en un sitio donde no hay nada que hacer, se aburre y con el aburrimiento llega la melancolía.
El juego consiste en inventar mientras más disparates, mejor.

(¿Y se me fuera a la luna a comerme los buñuelos de Caín? ¿Y si Caín nunca hubiera hecho buñuelos? ¿Y si …?)

¿Y si Tabucchi estuviera vivito y coleando viajando en un tren a la vez que deambulando por alguna calle?

(El tranvía se detuvo y abrió sus puertas. La gente entró. Esperó a que se cerraran. Vete, vete tranquilo, prefiero ir andando, así me doy un sano paseo. (…) El semáforo estaba en rojo. Se vio reflejado en el cristal de la puerta cerrada, aunque una tira de goma lo separara en dos. Estás bien así, partido en dos, querido mío, siempre partido en dos, una mitad aquí y otra allí, es la vida, así es la vida. (…) El tranvía arrancó. Se despidió con la mano, como si dentro hubiera una persona a la que dijera adiós.)

De este modo, otro personaje del libro de Tabucchi proseguía su viaje en el tranvía, mientras canturreando en la calle se despedía de sí mismo. Así imagino a este escritor ahora, mirando el cielo a través de la ventana del tranvía, entregado, como el hombre maduro de uno de sus relatos, a la “nefelomancia”, arte de adivinar el futuro observando las formas de las nubes. Al mismo tiempo lo veo desdoblado caminando en la calle, enamorado del aire,

(Yo me enamoré del aire, del aire de una mujer - proclama otro de sus personajes-)

pero afrontando "los vientos de la vida".

(el céfiro suave, el viento cálido de la juventud que más tarde el maestral se encarga de refrescar, ciertos ábregos, el siroco que te abate, el gélido viento de tramontana. Aire, pensó, la vida está hecha de aire, un soplo y ya está, y por lo demás tampoco nosotros dejamos de ser soplo, aliento, nada más.)

Ahí está Tabucchi, en el tranvía y pateando las calles tan reales como ficticias, sabedor de que las las historias son siempre más grandes que nosotros.

(Nos ocurrieron y nosotros fuimos inconscientemente sus protagonistas, pero el verdadero protagonista de la historia que hemos vivido no somos nosotros, es la historia que hemos vivido.)

Historias que seguimos viviendo en sus libros, las cuales -bien lo sabía Tabucchi, aunque no pronunciaran ninguna palabra en contra de los ideales del Estado, podrían ser llevadas al banquillo de los imputados. De ahí su empeño en desberlusconizar Italia y el mundo entero. Y su objetivo: acabar con el proceso contra la ficción y contra la humanidad que lleva a cabo el imperio de todos los Berlusconi en la tierra.